viernes, 26 de septiembre de 2008

Opciones para el espectador

Así contemporáneo se llamaría al teatro que se crea a partir de elementos sensoriales y emocionales, no solamente de naturaleza intelectual, donde el espectador asume un papel activo, y la representación acaba siendo una experiencia para actores y público. No soporto aquellos espectáculos en los que el público no tiene otra opción más que asentir o marcharse. Deberíamos darle la oportunidad y la libertad de interpretar, de relacionar, de asociar, de imaginar, de participar, de manifestarse. Ahí todavía tenemos un gran camino por recorrer. Aunque los tiempos son contrarios a la participación y a la verdadera comunicación, y el modelo de espectador que se promueve es el de televidente, voyeur a salvo en su butaca, al que no salpica nada. El espectador debe cambiar su actitud frente a un espectáculo contemporáneo, y ahí el desarrollo del teatro de calle ha abierto caminos muy interesantes, y que están todavía en sus comienzos.

A grandes rasgos esta es mi visión de lo que debería ser el teatro en nuestros días. Sin embargo, cuando veo, desde la práctica, desde mi experiencia, cuál es el teatro de hoy en día y cuál es la función que cumple en nuestra sociedad, no puedo menos que rebelarme.

La primera impresión o la primera conclusión que saco cuando veo o pienso en el teatro que se hace en estos momentos es que es un teatro que está fuera de la realidad del mundo en que vivimos. Todo lo que sucede en el mundo esta superando lo que hacemos los teatreros. Los grandes problemas y preguntas del siglo XXI no tienen expresión en nuestra cartelera. Nadie o casi nadie habla de temas como la guerra, la superpoblación, la presión migratoria sobre Europa, el terrorismo intercontinental, el monopolio informativo, la globalización de los mercados, de las epidemias, del cambio climático, de la reaparición de los desastres, de la tortura, de la falta de empleo, del reparto desigual de los recursos. Nadie o casi nadie se atreve a tocar estos temas y a asumir un compromiso con la realidad que nos toca vivir, y se justifica con la excusa de los temas universales y de todos los tiempos. Parece que está mal visto eso de hacer pensar, reflexionar y tratar al público como adultos inteligentes.